La importante diferencia entre desastres y riesgos
Estamos acostumbrados a oír indiscriminadamente los términos desastres, catástrofe, riesgo, vulnerabilidad, peligro, amenaza. Si bien es cierto todos tienen connotaciones negativas, en el imaginario de la gente, cada uno de ellos tiene un significado e implicaciones diferentes. Por ejemplo es muy distinto la gestión del desastre que la gestión de los riesgos, ya volveremos a esto.
Un desastre es una situación adversa causada por el impacto de un evento natural o por la incidencia del hombre, que durante un período de tiempo determinado causó daños y perjuicios al ambiente superiores a los que una comunidad pueda recuperarse por si sola. Cuando las pérdidas son menores, nos referimos generalmente a una emergencia. Cuando el evento es de gran magnitud, o tiene implicaciones fuera de lo normal, se le llama catástrofe. Hablamos de desastres cuando un evento potencialmente negativo ocurre a lo cual se le suma una variable de vulnerabilidad, y no existe una posibilidad real para evitarlo.
El riesgo es la probabilidad de que un evento natural, tecnológico o socio-natural ocurra en una sociedad con un alto nivel de vulnerabilidad y cause pérdidas humanas, de infraestructura, económicas, o financieras. El riesgo está compuesto por varios elementos, principalmente la amenaza o peligro (por ejemplo, tsunami, huracán, fuertes lluvias, accidente tecnológico, etc.), y los elementos expuestos, así como su nivel de vulnerabilidad ante un evento (por ejemplo, casas mal construidas, construcciones en los cauces de los ríos, sociedades carentes de redes de seguridad económica, etc.).
A diferencia del desastre, el riesgo se puede entender, estudiar, cuantificar y reducir para así tratar de evitar calamidades.[1]
Es por eso que una sociedad que quiera desarrollarse y salir de la pobreza tiene que tener políticas de gestión del riesgo (además de las políticas de gestión de desastres y atención a las emergencias) para evitar que las consecuencias de los desastres acaben con el progreso y el desarrollo de sus comunidades. Mediante la gestión del riesgo, estas comunidades pueden conocer las pérdidas probables a las que están expuestas, y así contar con la información necesaria que les permita planificar adecuadamente y tomar las decisiones necesarias para reducir el riesgo, y evitar la generación de nuevos riesgos. Asimismo, mediante la gestión de desastres, estas comunidades podrán responder eficientemente si los riesgos se convierten en desastres.
Es importante también mencionar que los desastres son siempre relativos. Por ejemplo, para una pequeña, población de apenas 50 personas, afectada por un evento adverso que destruye gran parte de la comunidad y su actividad económica, es un gran desastre para ese grupo humano. Sin embargo, es posible que no represente un desastre para el municipio o el estado y mucho menos para el país.
Ahora bien, la suma de estos pequeños “eventos desastrosos”, o cotidianos, puede llegar a acumularse y ser todavía mayor a un solo evento de carácter nacional que se repite con poca frecuencia. Al fin de cuentas, el riesgo existe a todo nivel, desde lo local hasta lo nacional, y en ese sentido para un país, el riesgo deja de ser relativo. Lo importante es recalcar que el riesgo puede calcularse y ser estudiado e identificado, para así poder tomar decisiones que ayuden a reducirlo.
En la actualidad se promueve la reducción del riesgo de desastre, término que se utiliza para incentivar acciones a nivel nacional, local y comunitario que eviten que el impacto de un determinado evento se convierta en un desastre. Por eso, se habla ahora de reducir la vulnerabilidad de los elementos expuestos, por ejemplo construyendo de forma más segura, con buenos materiales, con condiciones sísmicas, o promoviendo un buen uso del suelo evitando la construcción en zonas inundables o de altas pendientes, o también preparando a las comunidades y las instituciones para actuar en situaciones críticas reduciendo así la posibilidad de un desastre.
Aunque quizás no sea posible eliminar los desastres en un 100%, si se puede reducir su probabilidad significativamente. Con información adecuada sobre el riesgo, podemos saber las posibles consecuencias del evento, tratar de minimizar los efectos negativos y estar mucho mejor preparados para responder al desastre cuando este ocurra.
Las sociedades con conocimiento y preparación para enfrentar los desastres y sobretodo reducirlos, son más resilientes y más proclives a salir de la pobreza.
[1] Cabe mencionar que es poco probable que no haya ningún riesgo, pues siempre hay una posibilidad, por más pequeña que sea, de que un evento adverso pueda ocurrir.